«Hace ya algunos años alguien decía que me creía filósofo. Hoy soy de amigos, de música, de literatura, parte de la web social, periodista y un eterno intérprete de la vida».
También creo en los labios, en la piel, en la adolescencia, en la inmadurez apasionada, en la madurez, en la energía, en el pasado, en el presente, en el futuro, en las palabras bellas, en las heridas, en las cicatrices, en el crecimiento espiritual, en la belleza física y moral, en la lealtad.
Confío, además, en la inteligencia para la vida, en los tropiezos, en el camino llano, en el amor, en el significado de la palabra infinito, en la finitud, en la mirada y en los gestos, en las faldas cortas y largas: en las bien llevadas, en la frente en alto, en la sonrisa del amigo, en el guiño cómplice… en la palabra.
Creo en la multiplicidad de opiniones, en los contextos sociales, en los pelos largos, en la sinceridad, en el lenguaje ocular, en la nitidez, en las manchas, en la distancia, en la ternura aún tímida, en las memorias que jamás incomodarán porque ayudan a continuar.
Creo que creer es un derecho legítimamente íntimo. Un derecho que se comparte y se entiende o no por algunos durante alguna etapa que pudiera sumar lustros a cada minuto. Pienso que aprender a creer creyendo es una virtud de quienes aprecian la pureza con solo captar imágenes cargadas de sentidos.
Creo que viniste muy filosófico de tus vacaciones, amigo mío. Un abrazo.
Qué lindo!! Yo creo en tí…gracias!!
hombre! y que se encuentra en Santa Clara y en Cienfuegos para regresar tan profundo!? 🙂
se encuentra mucha, mucha distracción, que cuando te vuelves a conectar y te encuentras con alguien desaparecido por años, logra sacar estas ideas.