(Artículo de Abilio Estévez, «un gran escritor cubano radicado en Barcelona»)
Sí, no sería difícil entender la famosa frase de Julieta en la eterna escena
del balcón donde pronto va a separarse de Romeo. Es comprensible que para
ella la despedida sea un dolor tan dulce que estaría (confiesa) «diciendo
buenas noches hasta el amanecer». Es un dolor: se trata de una separación;
es dulce: lleva en sí la esperanza, la urgente necesidad del reencuentro.
Por lo demás, no deja de resultar prodigioso sufrir porque alguien se marche.
Todo el que ha estado apasionado alguna vez conoce lo que Julieta quiso
decir. Sabe de esa complicada mezcla de sufrimiento y gozo. Al parecer (y
por fortuna), lo que llamamos amor suele pasar por entre angustias y
paradojas semejantes. Sigue leyendo