Aún no había llegado al país de acceso de los cubanos a Facebook y ya buscaba su nombre en la red. Hacía dos años que no sabía de ella. Durante todo este tiempo vivió en una loma, aislada del mundo real. Rodeada de cuatro o cinco edificios, algunas vaquerías y un mirador que permite ver la costa del litoral norte habanero.
No se si era feliz. Quizás alimentaba su felicidad con los amaneceres o los atardeceres, como acostumbraba a hacer en otras épocas. Tal vez en el Valle encontraba soledad/tranquilidad; alegrías/tristezas; cielos despejados/nebulosas humanas; amor/costumbre… Quizás sus necesidades espirituales cambiaron. Ya no son las mismas de hace seis años.
Hace algunos minutos supe de ella. Me invitaron a su fiesta de despedida. Acudirán los amigos de la infancia, los actuales, familiares, entre otros colados. Yo no podré ir.
Aún falta una semana para que llegue al país de acceso de los cubanos a Facebook y ansioso pongo su nombre en el buscador de mi página. Ojalá algún día tenga acceso a su muro o chat. Mientras, me conformaré con recordar aquella noche de apagón en el pasillo central del PRE donde la conocí por primera vez.